FARID KURY |
FARID KURY
Ya lo sabemos: La naturaleza humana es dual, capaz de lo mejor y también de lo peor. Hay gentes, como la Madre Teresa de Calcuta, capaz de entregarse en cuerpo y alma a la redención de los demás, y las hay, como Adolf Hitler o Joseph Stalin, capaces de matar a millones y millones de seres humanos, solamente por satisfacer ideas caprichosas o por mantenerse en el poder.
Hay personas que sus corazones se alegran por el progreso de un amigo, un familiar o un simple conocido, y las hay también que se entristecen y amargan sus vidas y las de todos los que los rodean con sólo saber del progreso de alguien.
A veces una misma persona es capaz de actuar de diversas maneras, como si fuera varias personas. Rafael L.Trujillo era débil con su familia, especialmente con sus hijos, y era capaz de jugar con sus nietos con alegría y amor, y minutos después ese mismo hombre podía ordenar un asesinato con la mayor sangre fría, sin importarle para nada, que esa persona también podía tener nietos y familias.
Definitivamente los seres humanos poseemos una naturaleza múltiple. Es lo que los psicoanalistas llaman el conflicto entre el bien y el mal, entre la naturaleza inferior y la superior, entre el hombre interior y el hombre exterior.
A veces observo a personas defender y halagar a alguien con el mayor esmero, dedicación y rimbombancia, y sólo un tiempo después, son capaces, esas mismas personas, de lanzar los insultos más feroces, las diatribas más terribles y las ofensas más groseras, sólo porque esas personas, aduladas anteriormente de manera desenfrenadas, ya no quiere o no puede satisfacer sus requerimientos monetarios.
Inmediatamente la persona adulada no pueda seguir satisfaciendo las necesidades del adulador se produce una metamorfosis violenta en el cerebro de éste que lo hace cambiar de parecer y de actitud.
Hay momentos en que no se justifican ni las alabanzas o adulaciones ni las críticas terribles y desmedidas. Me ha tocado vivir de cerca con esa dualidad. En ocasiones he visto a amigos y hermanos caer víctimas de esa naturaleza humana múltiple. Los he visto ser defendidos con vehemencia al momento en que poseían poderes para satisfacer requerimientos a veces caprichosos, y los he visto, también, desaparecido ese poder, recibir de la misma persona, toda clase de insultos, sin reparar que apenas semanas atrás había puesto su lengua y su intelecto al servicio de quien ahora insulta y arrastra por el suelo.
Yo mismo en ocasiones también fui víctima de esa veleidad humana. En 1996 fui designado por el presidente Leonel Fernández Gobernador Civil de Hato Mayor. Hasta ese momento, es decir, hasta el momento en que se conoció el decreto, yo era querido y respetado por la mayoría de los compañeros de Hato Mayor. Bastó solamente que se conociera mi designación para que se pusiera en marcha toda una campaña terrible de ofensas y calumnias.
No me había juramentado aún, y por tanto no había tomado ninguna decisión, ni buena ni mala, y ya tenía una serie de enemigos o adversarios, que se pasaron los tres años completitos que duré en el cargo diciendo barbaridades, desde que yo era un inepto, incapaz, hasta que soy un vulgar ladrón. Por suerte, los hatomayorenses saben que no soy ni una cosa ni la otra.
En aquel tiempo, con 33 años y al frente de una provincia, no tenía la paciencia requerida ni el talento para soportar las críticas. No me era fácil entender que eran normales, propias de la dualidad humana, y propias, sobre todo, en este caso, de una sociedad, donde escasean las oportunidades, y por tanto, las gentes ven en el triunfo ajeno su derrota y su fracaso.
Hoy tengo una visión diferente. Hoy ya entiendo que si usted progresa, en cualquier terreno, usted recibirás críticas, y muchas veces críticas fuertes. Es como que no hay manera de progresar, de avanzar, sin ser criticado, sin ser vilipendiado. Por tanto, si deseas progresar debes prepararte para las andanadas injustificables, pero que se explican por tu progreso.
Así, quien no quiera ser criticado debe hacer suya una frase brillante de Aristóteles, aquel filósofo griego; "La crítica es algo que puede evitarse fácilmente: si uno no dice nada, no hace nada y no es nada".
Si hacemos eso no seremos criticados. Pero esa no puede ser la opción. Todos queremos ser personas importantes en la sociedad, y por tanto todos queremos decir, hacer y ser.
Ahora bien, con el andar del tiempo, he madurado y aprendido a ser más tolerante frente a la crítica. Tal vez sea cuestión de edad. Por eso, a la hora de recibir una crítica evalúo siempre 3 cosas: 1- La persona que está formulando la crítica, 2- Por qué la está formulando, y 3- Evalúo si la crítica va dirigida a mi persona o a la posición que estoy ocupando, en caso de ocupar una posición.
Estas tres variables para mí son importantes a la hora de responder una crítica. Dependiendo de las conclusiones será mi actitud. Si entiendo que no vale la pena responder, que detrás de la crítica hay un fin personal, particular, la dejo correr. No le hago caso. Me refugio, como dice un gran amigo de influencia oriental, en los infranqueables muros del silencio. La gente, los criticones, también se cansan de criticar sin que se les haga caso. Medítalo, póngalo en práctica y verás que funciona.
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